Muchas veces en la vida nos
preguntamos ¿quién soy yo realmente?
Las transformaciones tan rápidas
que sufre nuestra sociedad y el cambio permanente nos llevan muchas veces a
dudar o a cuestionarnos acerca de nosotros mismos y hacia dónde estamos yendo. Para
responder a estas preguntas necesitamos saber sobre nuestra identidad, que según
Erich Fromm
plantea: "esta necesidad de un sentimiento de identidad es tan vital e
imperativa, que el hombre no podría estar sano si no encontrara algún modo de
satisfacerla".
El desarrollo
personal y social saludable requiere aprender a conocernos y valorarnos. La
identidad es como un sello personal, es la que me identifica como único e
irremplazable y me distingue de todos los demás. Es la que me hace ser yo mismo. La identidad
depende de nuestra historia, de cómo nos hemos relacionado con el mundo y del
lugar en que vivimos. Tiene que ver con la vida misma.
Identidad presupone saber cuáles
son nuestras capacidades, intereses,
actitudes, metas, normas y valores. Es conocer quiénes y cómo somos y que eso nos
guste de nosotros; es tener presente qué queremos y cuáles son nuestros
objetivos en la vida y luchar por conseguirlos.
La identidad se construye día a
día y llega a su maduración después de la adolescencia.
Como padres y madres es necesario
en primer lugar, conocernos a nosotros mismos y estar seguros de que somos
los padres y madres que deseamos ser. Conocer cómo soy
como persona me facilitará la relación con los que me rodean y en especial
mejorará el vínculo que pueda establecer con mis hijos/as.
Los adultos que queremos que los
niños/as crezcan sanos y saludables, deberíamos proponernos conocer a fondo a
los pequeños. Poder reconocerlos por su manera de hablar, de querer, de escribir, de caminar, de hacer las
cosas, significa que hemos conocido su identidad personal. Todas estas cosas
los diferencian de los demás y los hace especiales. Si además reconocemos
cuáles son sus gustos, sus preferencias, sus habilidades eso nos ayudará a
reforzarlos positivamente y estos halagos harán que ellos se desarrollen
fuertes y seguros y les servirá para
afirmarse y quererse más. Podrán así tener una alta autoestima.
El
autoconocimiento y la autoaceptación están directamente relacionadas y dependen
de cuánto yo pueda distinguir y conocer
mis capacidades únicas y mías y del
reconocimiento que los demás hagan de ellas.
Podemos favorecer
una identidad sana en nuestros niños/as
si logramos conocerlos más y resaltar periódicamente sus aspectos
característicos positivos con una palabra de afecto, un halago o un reconocimiento
público de sus virtudes.
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