Por Lic. Alejandra D'Lucca
El papel de la familia en la educación de los
hijos/as cumple un lugar primordial. Aunque a veces pensamos que es la escuela
la responsable, a ella le compete enseñar a leer, escribir, las matemáticas, la
historia, ciencias y cuántos conocimientos más.
Pero faltan un montón de otros aprendizajes que el niño/a
debe adquirir y en esto la familia es irremplazable.
¿Cómo aprenderá a convivir y a respetar a los
demás?
¿Quién le enseña por ejemplo, a colaborar y ayudar
a los demás o hacerse responsable de sus
acciones?
¿Quién le mostrará cuales son los valores o metas
que tienen como familia?
Para todas estas cosas, la familia es la clave. Es
así como nuestros hijos/as pueden crecer como personas autónomas y saludables
siendo capaces de vivir en sociedad.
Cuando los padres pensamos en la crianza, en educar
en valores o en poner pautas o normas nos estamos refiriendo a la función socializadora de la familia, la
que le va a ayudar al niño/a para convivir con los demás y quien le dará
bienestar si es que logramos educarlo para la vida misma.
Pero la socialización de nuestros pequeños/as está
directamente ligada a como él o ella sean y se sientan respecto a si mismos.
Esta fortaleza interna, y ese aprecio y sana autoestima dependerán de otra de
las funciones básicas de la familia: la función de apoyo.
Cuando hablamos de apoyo nos referimos no solo a
que debemos colaborar para que nuestros hijos/as crezcan sanos en su aspecto
físico brindándoles alimento, abrigo sino también a todos aquellos cuidados que
están relacionados a su desarrollo emocional como son:
·
Darles afecto incondicionalmente, por más que él o ella hayan hecho una travesura o
se hayan portado mal, debemos darles la seguridad de que esa situación no los
alejará de nuestro lado ni lo hemos dejado de querer.
·
Estar atentos a lo que les pasa y comprenderlos. Los niños/as ven las cosas desde su perspectiva
de niños y algo que para nosotros puede ser insignificante (como el miedo a los
monstruos) para ellos puede ser lo más
importante que les ha pasado. Necesitan nuestra protección y saber que pueden
contarnos todo lo que piensan, sienten o les pasa pues nosotros no los
juzgaremos ni rechazaremos sino que los cobijaremos y cubriremos con nuestro
amor.
·
Darles nuestra aprobación y estimularlos cuando hacen las cosas bien, ya que nuestros halagos
son el mejor regalo a su autoestima.
Desde luego que hay otras cosas que debemos
desarrollar como padres y madres, como la función
de control mediante la cual supervisamos que todo ande bien, como su salud
o el cumplimiento de las tareas y pautas que les hayamos dado y aplicar las
consecuencias necesarias para que puedan crecer en mayor autonomía y
responsabilidad. De esta manera logramos balancear entre apoyo y control para
no pasarnos sobreprotegiéndoles. Pero
esta función la desarrollaremos en el próximo boletín.
Démosle a nuestros niños todo el amor, el cuidado,
seguridad y protección que podamos y les estaremos regalando sentido a su existencia y posibilitando que
desarrollen lo mejor de ellos mismos.
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