martes, 25 de noviembre de 2014

LA DIVERSIÓN EN FAMILIA, SANA LA MENTE

Así como el cuerpo necesita reponer fuerzas mediante el consumo de una buena alimentación y el descanso nocturno, la mente y el espíritu precisan aflojar las tensiones diarias a través de la risa y la diversión.
Divertirnos en familia nos ayuda a conocernos más, a mejorar nuestras relaciones, a sentirnos más contenidos y cuidados, a vivir confiados, y nos da felicidad, cosas estas que promueven un estilo de vida más saludable y con mayor bienestar.

¿Qué podemos hacer entonces para divertirnos en familia?

No necesariamente la recreación debe generar un gasto de dinero. Dependiendo de los intereses de cada uno, podrían organizar una salida al campo o a caminar por el parque, hacer un picnic, jugar a algún juego de mesa, armar un campamento en carpa en el patio y mirar las estrellas, hacer manualidades, jardinería, una comida en la que todos participen como amasar fideos, una noche de baile o cualquier otra cosa que se les ocurra de la que todos puedan disfrutar.
Éstas son algunas sugerencias que también pueden ayudar:

Juegue con sus hijos/as, hablando: podrían conversar acerca de las características de las cosas que los rodean, por ejemplo: cómo son los árboles, por qué los perros tienen 4 patas y otros animales 2. Hacer juegos cortos con palabras como el veo, veo; trabalenguas y canciones populares.

Juegue con sus hijos/as, leyendo: la lectura trae grandes beneficios, ya que los niños crean y recrean en su imaginación las historias y fantasean e inventan nuevas.

Juegue con sus hijos/as, siendo creativos: usen la creatividad construyendo algo juntos como: escribir un cuento, hacer una obra de teatro o jugar al dígalo con mímicas (adivinar películas pero sin usar palabras).

Juegue con sus hijos/as, ejercitando el cuerpo: los juegos tradicionales como saltar a la piola, hacer carreritas, el tejo, armar pirámides humanas, además de hacernos saltar una sonrisa ayudan a descargar la tensión del cuerpo y favorecen el crecimiento sano de músculos y huesos.



Por Alejandra D’Lucca (Psicóloga)


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